De niño, nunca pensaba en lo que hago o para qué vivo. Cuando eres niño, ves las cosas de manera muy diferente a cuando eres adulto. Desde luego, no creo que pensara en nada cuando era joven. Era igual, no me preocupaba por nada, no me importaba, mis padres lo hacían todo por mí. Pero cuando crecí, me hice responsable de todo. De repente me di cuenta de que tenía que crecer y responsabilizarme de mí misma, que tenía que intentar conseguir y lograr algo como mis padres.
En cuanto acabé el instituto, decidí sacarme el carné de conducir. Sabía que quería conducir y necesitaba un coche, así que fui a por ese objetivo. Mucha gente piensa así porque no poder ir a trabajar o no poder coger el autobús les estresa innecesariamente y les hace ser más exigentes. Sabemos que sacarse el carné de conducir no es fácil. Sabemos que no es fácil seguir un camino vital que conduzca a una meta sencilla.
Todo requiere trabajo duro y perseverancia, que es lo que yo tenía. Pero sabía exactamente lo que quería y lo hice realidad. Me saqué el carné de conducir y me compré un coche. Y me di cuenta de que por fin esta vida era más libre y de repente no tenía que cambiar nada, no tenía que esperar nada. Fue una bendición y realmente cambió mi personalidad. Creo que se puede cambiar cualquier cosa en la vida, pero cuando te compras un coche y te sacas el carné, de repente todo cambia y te conviertes en una persona completamente distinta a la que eras antes.